Reparar al Amor

 

Cristo es el único que puede realmente reparar. Él “se ha hecho pecado”, en palabras de san Pablo, y se ha ofrecido al Padre por nosotros. Pero quiere asociarnos a su obra redentora. El Corazón de Jesús nos recuerda a través de santa Margarita María que debemos y podemos unir nuestras vidas a su sacrificio para reparar por Él, con Él, y en Él por nuestros propios pecados y los del mundo.

 

En este sentido hay que entender la experiencia de la Cruz que ha vivido Margarita María, una experiencia muy especial, muy personal. Y la ha vivido en un amor profundo a su Señor, en la “comunión de los santos”.

 

San Pablo dice: “Completo en mi carne lo que falta a los sufrimientos de Cristo por su Cuerpo que es la Iglesia”. Y san Agustín comenta que nada falta a la Pasión de Cristo, como Cabeza de la Iglesia, pero esa Pasión se consuma, se realiza en su Cuerpo, la Iglesia.

 

Y santa Margarita María escribe:

 

“Las cruces, los desprecios, las aflicciones son los verdaderos tesoros de los que aman a Jesucristo crucificado”.

 

Porque:

 

“Es un gran bien que nos identifica con Jesucristo sufriente”. Todo es por el amor. “Saquemos del tesoro de la Cruz para sufrir con amor”. “Los amigos del Sagrado Corazón saborearán sus amarguras”. “El Señor da un valor incalculable a los sufrimientos unidos a los suyos”. Finalmente: “No se puede amar sin sufrir: para un corazón que ama a su Dios y que quiere ser amado por Él, todas las cruces son preciosas. Procuremos, pues, hacernos verdaderas copias de nuestro Amor crucificado”.

 

“Un corazón que ama de verdad ¿puede quejarse de estar en la cruz o, mejor, en el Corazón de Jesucristo, donde todo se cambia en amor?” Estas hermosas y profundas palabras nos dejan entrever la experiencia espiritual de santa Margarita María y explican su locura por la cruz.

 

Y esta experiencia no es sólo para santa Margarita o para algunos amigos privilegiados del Señor. Recordemos que la llamada del Señor es para todos, todo cristiano experimenta la cruz… Ella no puede faltar en la vida de quien se consagra al Corazón de Jesús.

 

Reparar es, por tanto, amar por los que no aman, amar más para suplir nuestra propia falta de amor.

 

“Postrémonos largo rato ante Jesús presente en la Eucaristía, reparando con nuestra fe y nuestro amor los descuidos, los olvidos e incluso los ultrajes que nuestro Salvador padece en tantas partes del mundo”. (Juan Pablo II, Mane nobiscum Domine)

 

Pero es imposible amar a Dios sin amar a los hermanos. Escribe santa Margarita María:

 

Le rogué en la oración que me diera a conocer el medio de satisfacer mi deseo de amarle. Y me hizo ver que no es posible demostrarle mejor nuestro amor que amando al prójimo por amor a Él y que debía ocuparme en procurar su salvación, siendo necesario que olvidara mis intereses para hacer míos los del prójimo”.