La Hora Santa

 

En otra ocasión el Señor manifiesta a santa Margarita María:

 

Todas las noches del jueves al viernes, te haré partícipe de la tristeza que quise sentir en el huerto de los Olivos… Te levantarás entre las once y las doce, y te postrarás una hora conmigo, ya pidiendo misericordia para los pecadores, ya para mitigar de algún modo la amargura que sentí al ver que mis apóstoles no habían podido velar ni una hora conmigo”…Sufrí aquí más que en el resto de mi Pasión, por verme en un abandono completo de cielo y tierra, cargado con los pecados de todos los hombres… no hay creatura capaz de comprender la magnitud de los tormentos que entonces sufrí”.

 

De esta confidencia nace la práctica de la Hora Santa, que la misma Iglesia ha propuesto a los fieles, como escribió Juan Pablo II, siendo aún Cardenal, en Signo de contradicción: “La Iglesia es quien busca sin cesar esta hora perdida en el Jardín de los Olivos, hora perdida para Pedro, Santiago y Juan. Para reparar esta deserción y esta soledad del Maestro que aumentó aún más su sufrimiento… Jesús nos permite, de alguna manera, volver a encontrarlo en esta hora transcurrida e irreversible, desde el punto de vista humano, convidándonos como antaño, a tomar parte en la oración de su Corazón que abrazó todas las generaciones de los hombres”.