Consagrarse al Corazón de Cristo

 

Para santa Margarita María, nuestra respuesta de amor se resume en la consagración al Corazón de Jesús, pues constituye una entrega total de sí a Cristo, que compromete toda nuestra vida.

 

Invita frecuentemente a las personas con quienes mantiene correspondencia a hacer y propagar esta consagración y lo hace con una fuerza irresistible, pues siente y sabe lo importante que es que nos entreguemos al Amor.

 

“Si deseas vivir completamente para Él, llegar a la perfección que desea de ti, si quieres ser del número de sus amigos, es necesario que hagas a su Sagrado Corazón una consagración total de ti mismo y de todo lo que depende de ti. Después de eso, ya no te mirarás sino como perteneciente al Corazón de Jesús, al que podrás recurrir en todas tus necesidades, y establecer en Él tu morada. Él reparará lo imperfecto que pueda haber en tus obras y santificará las acciones buenas, si permaneces en todo unido a sus designios sobre ti”.

 

La Santa compuso y propagó varias fórmulas de consagración.

 

Además, nos transmite de parte del Señor un mensaje sobre la consagración de las familias a su Corazón:

 

“Por este medio, reunirá las familias divididas y protegerá a las que estén en alguna necesidad; derramará esta suave unción de su caridad en todas las comunidades religiosas en las que sea honrado y que se pongan bajo su especial protección, y mantendrá unidos a todos los corazones, para que no formen más que uno solo con Él”.

 

Esta consagración familiar y social, fue más tarde muy promovida por el P. Mateo Crawley, religioso de los Sagrados Corazones, y alentada y bendecida repetidamente por todos los Papas.

 

En varias ocasiones, Margarita María asegura, de parte del Señor, que las personas consagradas al Corazón de Jesús “no perecerán”. Pero se refiere a una consagración vivida, traducida en obras, en la vida de cada día.

 

Para santa Margarita María, toda la vida está en relación con el Corazón del Señor. Todo se hace con Él.

 

Un día con el Corazón de Jesús:

 

“Por la mañana, ofreceremos nuestros corazones al Corazón de Jesucristo para que consuma en él todo lo que le desagrada, pidiéndole que supla lo que nos falta”.

 

-En la oración, “si hay disipación, aburrimiento o negligencia, reprendeos con dulzura y volved a recoger vuestro espíritu… y ofreced al Padre la oración de su Hijo para reparar las faltas de la vuestra. El fruto principal que debéis sacar será el amor a la humildad y sencillez”.

 

Si se siente cierta imposibilidad para orar: “Ofreced al Padre todo lo que el Sagrado Corazón hace en la Eucaristía, para suplir lo que vosotros quisierais y debierais hacer”. Y también: “Uniremos nuestra oración a la que hace Jesús por nosotros en el Santísimo Sacramento, y al final ofreceremos a Dios la de su divino Hijo para reparar las faltas y pérdida de tiempo de la oración que acabamos de hacer”.

 

-Al recibir la sagrada comunión: “Ofreceré al Padre las santas disposiciones del Corazón de la Santísima Virgen en el momento de la Encarnación, y las uniré a las de su divino Hijo para suplir las que me falten para recibirle dignamente. Cuando ya le haya recibido, como acción de gracias le ofreceré a su Padre, con gratitud, alabanza, adoración y amor, rogándole en este momento que repare todas las faltas de mi vida pasada…”

 

-En el trabajo, estudio, en las tareas de cada día…: Santa Margarita María nos comunica lo que ella decía al Señor al salir de la capilla y empezar las ocupaciones del día: “Jesús mío, como no puedo permanecer aquí en tu presencia, ven conmigo para santificar todo lo que haga, puesto que todo es por Ti”.

 

-En las caídas, infidelidades, pecados…, el Señor había dicho a Margarita María: “Este Corazón será el reparador de todas tus faltas”. Ella lo repetirá sin cansarse: “Cuando caemos, debemos acudir a este divino Corazón, ofrecer al Padre una de las virtudes opuestas a nuestra falta, como por ejemplo, su humildad en vez de nuestro orgullo… y tenemos que hacer lo mismo cuando vemos faltas en los demás”.

 

-Y al fin de la jornada: “Por la noche pondré en este divino Corazón todo lo que haya hecho durante el día, para que Él purifique lo que haya de imperfecto en mis acciones, las haga dignas de hacerlas suyas y las ponga en su divino tesoro; le dejaré el cuidado de disponer de todo según su deseo”.

 

La consagración transforma toda la vida impregnándola de amor a Jesús: la oración, la Eucaristía, la relación con la Virgen, la aceptación del sufrimiento, de la cruz, el trabajo, las alegrías… todo.