LA PASIÓN DE JESUCRISTO
El gran escritor latino Séneca escribió: “En la Cruz, los brazos se estiran porque los hombros y los codos están dislocados debido al peso que aguantan y al esfuerzo que el crucificado hace para respirar”.
El crucificado, clavado en posición vertical, necesita levantar su cuerpo unos diecisiete centímetros, apoyándose en los clavos, para aspirar un poco de aire y no asfixiarse totalmente.
La asfixia es un tormento propio del crucificado.
Al levantar el peso de su cuerpo para aspirar y para poder hablar, se producen unos calambres espasmódicos terribles.
Los médicos no se explican cómo no se volvió loco por el dolor.
Así estuvo tres horas en la Cruz por amor a nosotros.
En la flagelación que tuvo que sufrir no eran pocos los que morían.
Del amor de Dios al hombre manifestado en su Pasión, y de la grandeza e inmensidad que vemos en la creación, podemos deducir que algo maravilloso nos espera en el cielo eterno.
De estas realidades se servían los santos, como razones valiosas en su lucha diaria para amar a Dios.