Consagración a María

 

 

La Consagración a María, es la entrega total de uno mismo a Jesús a través de la Santísima Virgen María, en un acto libre y voluntario donde ofrecemos toda nuestra persona y vida, y nos entregamos por entero, en cuerpo y alma, a la Madre de Jesús y Madre nuestra para que a través de Ella el Espíritu Santo nos transforme conforme a la imagen de Jesús.

 

Desde la Cruz, Jesús nos dio a su madre como nuestra madre espiritual para que Ella nos conciba a la vida cristiana por obra del Espíritu Santo, nos alimente, nos cuide y nos lleve a la plenitud de Cristo.

 

Por eso, cuando María nos ve a cada uno de nosotros, sus hijos, nos mira con amor, anhelando el momento en que libremente le digamos: “Madre, soy todo tuyo, te pertenezco, fórmame como lo hiciste con Jesús, protégeme del maligno, llévame al Paraíso”.

 

Si Dios Omnipotente confió incondicionalmente en la Virgen María y puso a su Hijo Unigénito en sus brazos maternales, ¿cómo no vamos a hacerlo nosotros?.

 

Cuando le entregamos todo a María, Ella se hace cargo de nosotros y de nuestros seres queridos.

 

Ella estará en todo momento acompañándonos, en las alegrías y también en el sufrimiento, así como lo estuvo con Jesús en la Cruz.

 

Ella será nuestra guía, nuestra maestra de oración, quien nos forme en las virtudes cristianas y nos enseñe a responder siempre “sí” a la voluntad de Dios.

 

En la hora de nuestra muerte, María será quien nos abra la puerta del Cielo para llevarnos a la presencia del Padre y permanecer por siempre unidos a Dios.